martes, 6 de octubre de 2009

APRENDER A DESAPRENDER



Hace poco, en el descanso de una formación en gestión de equipos, tuve una conversación con dos mandos. Hablamos sobre la manera de corregir a colaboradores y sobre la no conveniencia de reprender a alguien en presencia de otros. Uno de los mandos opinaba que era una buena práctica y que él mismo lo practicaba a menudo con una persona de su equipo que no tenía una actitud correcta. Creía que de esta manera ganaba autoridad. El otro participante y yo misma argumentábamos a favor de la opción de corregir los errores o las actitudes en privado.

 
Es habitual que las personas se cierren en banda a defender una opinión que se basa en una conducta arraigada. En este caso, el mando que estaba a favor de reprender en público mostró reticencia a escuchar otras opciones. Frases del tipo “es la única manera”, “no tiene remedio”. “así ve cómo las gasto”, y similares formaban parte de la defensa de su postura. Le pregunté si la persona reprendida mostraba alguna reacción positiva ante las reprimendas en público, y me respondió que no. A base de esta y otras preguntas la conversación continuó y, al final, el mando admitió que quizás su conducta no era la adecuada. Incluso llegó a la conclusión de que actuando de la manera como lo hacía, ¡perdía autoridad! Todavía recuerdo la expresión reflexiva de su rostro cuando admitía que podía probar otras opciones.




Lo remarcable de este caso es la capacidad de este mando de cuestionarse si lo que había estado haciendo hasta entonces era lo correcto. En mi opinión, esto es verdaderamente admirable. Dejar de lado las creencias de que “lo que uno hace está bien” y “no puede hacer otra cosa” no es fácil. No todas las personas son capaces de cuestionarse si lo que hacen es lo correcto. Para mejorar, en muchas ocasiones primero hay que aprender a desaprender.